Porque vivimos en un mundo complejo, donde la vorágine cotidiana enturbia nuestra esencia y nos conduce a perdernos en una caótica rutina de la cuál no podemos despertar. Así, las relaciones personales se nos tornan confusas y olvidamos quiénes fuimos, qué soñábamos, cuál fue nuestro deseo más auténtico. Apenas si vislumbramos la existencia de cierto punto impreciso en el cuál dejamos de ser quiénes éramos para convertirnos en esto otro que somos y que no nos satisface. Y por ello es preciso contar con un espacio para la reflexión y el crecimiento personal.
Cuando la angustia, finalmente, termina siendo la ineludible compañera, es entonces que debemos preguntarnos:
¿Seguimos sosteniendo una existencia autómata o cuestionamos nuestro malestar e intentamos el cambio?
¿Buscamos soluciones mágicas e infantiles o en verdad nos hacemos responsables de nuestras propias decisiones?
¿Continuamos idealizando a un otro ante el cual nos subordinamos sacrificando nuestros deseos o nos atrevemos a abandonar la esclavitud para ser los amos de nosotros mismos?
El ser humano sufre de un malestar estructural, dado que nunca encuentra exactamente lo que busca. Digamos que entre el placer perseguido y el hallado hay siempre una diferencia, que entre aquello anhelado y lo obtenido hay siempre un resto, algo que no conforma. Y es justamente lo que cada persona hace con esa diferencia, con ese resto, lo que marca su posición frente a la vida. ¿Alguna vez pensó cuál es la posición que usted asume? Tal vez un tratamiento psicológico serio, de la mano de un profesional que lo oriente en un proceso reflexivo y de autoconocimiento, pueda ayudarle a encontrar una respuesta y a generar un cambio favorable. Pero debe tener algo presente: pedir ayuda es siempre el primer paso.
Lic. Daniel A. Fernández
PSICÓLOGO- PSICOANALISTA
Colaborador de Centro Psicológico Compartir
danalefernandez@yahoo.com.ar
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